La habitabilidad del Smart, los excelentes asientos y la fiabilidad, tal y como quedó demostrado en un test de 100.000 kilómetros, convencieron desde el primer momento. El Smart no sabe lo que es la corrosión, pero sí, en cambio, los grillitos, los interiores muy propensos a ensuciarse, los codos del tubo de escape que se rompen o los pequeños problemas electrónicos. También resulta muy molesto que las juntas del parabrisas envejezcan tan rápido y que las ventanillas traseras no estén lo suficientemente impermeabilizadas. También ha habido casos de pérdidas de aceite, tanto en el motor como en la caja de cambios, mientras que muchos otros amontonan quejas sobre el techo solar que se agrieta.

Averías muy caras
La cosa sale cara cuando el turbocompresor deja de funcionar. Igual que las averías del motor, que no es que sean frecuentes, pero ocurren. Sin embargo, lo normal es que el último responsable sea el mismo conductor, quien le de el mantenimiento y los cuidados, muchas veces no se lo toma muy en serio. La falta de aceite para el pequeño motor tricilíndrico es puro veneno.
Pero un Smart Fortwo de 2003 en adelante y bien cuidado, suele ser un coche sólido con el que hoy en día te puedes dejar ver en cualquier lugar. Incluso en Hollywood. Pero eso será cosa de su sucesor.
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